
Martín Parra – Crónica
Con una tenue brisa que apenas dispersa el polvo suspendido sobre las calles devastadas de Gaza, el mundo se prepara para un momento que podría marcar el inicio de un nuevo capítulo en el interminable conflicto entre Israel y Hamás. A pocas horas de que entre en vigor un alto al fuego, mediado por Qatar, Egipto y Estados Unidos, las expectativas están cargadas tanto de esperanza como de escepticismo.
La tregua, anunciada después de meses de intensas negociaciones y tras un conflicto que dejó a más de 15,000 muertos y millones de desplazados, contempla tres fases que buscarán no solo silenciar las armas, sino también allanar el camino para una solución de largo plazo. Pero como en tantas ocasiones anteriores, el diablo está en los detalles.
Las Condiciones del Acuerdo
En esta primera etapa, que durará 42 días, Hamás se ha comprometido a liberar a 33 rehenes israelíes, mientras que Israel excarcelará a 1,800 presos palestinos, en su mayoría jóvenes detenidos bajo acusaciones de disturbios o terrorismo. Además, las tropas israelíes comenzarán una retirada gradual de la Franja de Gaza, permitiendo el ingreso de ayuda humanitaria y la reapertura de hospitales, especialmente a través del crítico paso de Rafah en la frontera con Egipto.
En el papel, este es un avance significativo. Sin embargo, los actores clave, desde el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu hasta el liderazgo de Hamás, han mostrado divergencias sobre los pasos subsiguientes. El principal obstáculo sigue siendo la cuestión de quién gobernará Gaza en el futuro: mientras que Israel y Estados Unidos favorecen el retorno de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) controlada por Fatah, Hamás ha rechazado categóricamente cualquier plan que implique su desarme o su salida del poder.
Una Historia de Fracasos
El historial de treguas en esta región no invita al optimismo. Desde los acuerdos de Oslo en los años 90 hasta el alto al fuego de 2021, cada iniciativa para detener el derramamiento de sangre ha sucumbido ante los intereses contrapuestos y la desconfianza mutua. La dinámica de “ganar tiempo” se ha repetido constantemente, con treguas que se convierten en periodos de preparación para la próxima ronda de violencia.
Sin embargo, el contexto actual ofrece un matiz diferente. La crisis humanitaria en Gaza ha alcanzado niveles nunca vistos, con una infraestructura al borde del colapso y una población que enfrenta hambre, enfermedades y desplazamiento masivo. En Israel, las tensiones internas también están a flor de piel, con protestas contra el manejo del conflicto por parte del gobierno de Netanyahu. Ambos lados parecen enfrentarse a una situación insostenible que podría, paradójicamente, generar un incentivo genuino para explorar una paz más duradera.
La Incertidumbre Persistente
A medida que el reloj avanza hacia la hora cero, los rumores de desconfianza abundan. Algunos informes sugieren que las milicias de la Jihad Islámica, aliadas de Hamás pero con agendas propias, podrían intentar sabotear el acuerdo. Del lado israelí, sectores del gobierno y la sociedad exigen condiciones más estrictas, criticando lo que perciben como concesiones peligrosas.
En el terreno, los habitantes de Gaza y el sur de Israel mantienen un cauto escepticismo. “Hemos visto esto antes”, dice Ahmed, un comerciante gazatí que perdió a dos hijos en los bombardeos. “Primero nos dan algo de pan, y luego vuelven las bombas”. Del otro lado de la frontera, Yael, una madre israelí que vive cerca de Sderot, comparte una sensación similar: “Queremos paz, pero no si significa vivir con miedo de otro ataque”.
La Pregunta Fundamental
Mientras el polvo se asienta y los diplomáticos se felicitan mutuamente, queda por ver si este alto al fuego será diferente. ¿Es este un verdadero punto de inflexión, o simplemente otro capítulo en un ciclo interminable de violencia?
Lo que está en juego no es solo la vida de los millones que habitan esta tierra dividida, sino también la credibilidad de la comunidad internacional para intervenir de manera efectiva en uno de los conflictos más complejos y duraderos del mundo. En las próximas horas, mientras las armas callan y las palabras toman el escenario, el mundo observará con esperanza y temor. Al final, serán las acciones, y no las promesas, las que definan el futuro de esta región turbulenta.