
Martín Parra
En un inesperado anuncio, el ministro del Interior de Colombia, Juan Fernando Cristo, y Laura Sarabia, directora del Departamento Administrativo de la Presidencia (Dapre), informaron su decisión de retirarse temporalmente de la red social X (antes Twitter). Argumentaron que este espacio, originalmente pensado para la interacción y el debate, se ha convertido en un entorno hostil que afecta la salud mental y emocional.
El ministro Cristo señaló que estará desconectado hasta el 6 de enero de 2025, buscando una «desintoxicación» que le permita reflexionar lejos de la agresividad y los insultos predominantes en la plataforma. Laura Sarabia respaldó la postura, argumentando que el «nivel de odio» es insostenible. Ambos han sido figuras clave en la administración del presidente Gustavo Petro y han utilizado las redes como canales directos para comunicar decisiones y escuchar a la ciudadanía.
El impacto en sus funciones públicas
En el contexto político, el retiro de redes sociales por parte de altos funcionarios plantea preguntas importantes. Las plataformas digitales, especialmente X, son herramientas clave para la comunicación directa y la gestión de crisis. Permiten a los líderes informar decisiones, interactuar con ciudadanos y combatir la desinformación en tiempo real. ¿Puede un funcionario de alto nivel permitirse esta desconexión sin afectar su capacidad de liderazgo?
Si bien la decisión de tomar una pausa puede entenderse desde el ángulo de la salud mental, también podría interpretarse como una desconexión de las inquietudes ciudadanas que se manifiestan en estos espacios. Para muchos, las redes sociales son el único medio de acceso directo a los funcionarios, y su ausencia podría ser vista como un distanciamiento de la realidad.
Reacciones encontradas en la opinión pública
La decisión generó debate entre la ciudadanía. Algunos usuarios expresaron apoyo, valorando la necesidad de cuidar la salud mental en entornos que muchas veces fomentan la polarización. “Es importante que los líderes también piensen en su bienestar. La desintoxicación digital es algo que todos deberíamos considerar”, comentó un usuario.
Otros, sin embargo, criticaron el movimiento, cuestionando su impacto en la transparencia y comunicación gubernamental. “No pueden desconectarse del debate público porque es difícil. Son funcionarios públicos; deben estar donde la gente está”, afirmó otro ciudadano.
¿Un efecto tangible?
A pesar de la polarización del debate, la decisión de Cristo y Sarabia parece no haber generado un impacto directo en la percepción de sus gestiones. Sin embargo, ha abierto un diálogo necesario sobre el costo emocional de liderar en una época de hiperconectividad. Este episodio podría impulsar discusiones más amplias sobre los límites del discurso público en redes sociales y la necesidad de regular las dinámicas de interacción para reducir el nivel de agresividad.
Mientras los funcionarios enfrentan el reto de equilibrar su bienestar personal con las demandas de sus cargos, este caso también plantea una reflexión sobre cómo las redes sociales moldean las expectativas del ejercicio político en el siglo XXI. La pregunta queda abierta: ¿es posible ejercer un liderazgo efectivo sin estar presente en estos espacios digitales o son las redes sociales un campo de batalla ineludible para los líderes modernos?