“Juancho”, el chulo amaestrado que habita en Floridablanca

Chulo

Entre el chulo “Juancho” y un campesino de Vericute, se entabló una amistad que lleva tres años y quién sabe por cuánto tiempo más durará el “romance”.

Sótero y «Juancho», el chulo amaestrado que habita en la vereda Vericute de Floridablanca

Misael Salazar F.

Una tarde que Sótero Caballero se hallaba frente a su casa, en la vereda Vericute de Floridablanca, un chulo se posó sobre un muro desde donde se alcanza a disfrutar buena parte de la capital del municipio más dulce de Colombia.

Por instinto, solo por instinto, Sótero le ofreció carne al visitante cubierto de abundante plumaje negro. Y solo por instinto, se le ocurrió llamarlo por el nombre que primero se le ocurrió: “Juancho”.

«Juancho» posa para la foto de su cuidador, Sótero Caballero

No se sabe cómo –ello solo lo puede explicar la naturaleza–, entre el campesino de Vericute y el chulo se estableció de inmediato un proceso comunicativo que sobrepasa los límites de lo normal y rosa las fronteras de lo humano.

Aquella tarde, “Juancho”, que en realidad es “Juancha”, porque es chula, se marchó hacia los lugares por donde siempre había deambulado. Quizás participó esa noche de la lucha titánica por la carroña que les sirve de alimento, a sabiendas que sería la última vez que disfrutaba de esa especie de banquete al que asisten los chulos, donde el manjar por el que se juegan la vida, resulta ya inservible para los humanos.

Es muy probable que haya asistido aquella noche a la última cita con el chulo de sus amores y que haya pernoctado en cualquier árbol en espera de la claridad que nos regala el día.

“Juancho” regresó a donde Sótero

Al otro día, apenas hubo aclarado, “Juancho” recordó al campesino de Vericute. Por, sabrá Dios qué mecanismo natural, el chulo entendió que la tarde del día anterior, él y Sótero, habían adquirido un compromiso de amistad y agradecimiento. Regresó a casa del campesino en Vericute y, desde entonces, se ha convertido en el protegido de Sótero y Sótero en su singular protector.

De este particular acontecimiento hace ya tres años. Desde entonces, “Juancho” entendió que su mundo pasaba a formar parte más de lo humano, que de lo puramente animal y salvaje y se fue adaptando a las reglas de juego conque los humanos rigen su convivencia.

Como Sótero vive solo –al menos por ahora–, “Juancho” duerme de día en los pies de su cama o debajo de ella. Los vecinos lo ven salir y entrar a la habitación de su amo, como entra Pedro por su casa. Al fin y al cabo, todo se lo ha permitido su protector.

En otras palabras, como Sótero se la pasa de día en el trabajo y sus diligencias personales, “Juancho” es el amo y señor de la residencia. Mejor dicho, “Juancho” es la ama y señora que conoce de todos los movimientos de su casa.  

“Juancho” baila y toma cerveza  

También le gusta la cerveza a «Juancho»

A nadie le debe extrañar, si pasa por Vericute, exactamente por donde se hallaba el antiguo matadero y consigue un grupo de campesinos tomando cerveza y al chulo compartiendo con ellos.

Es que “Juancho” aprendió a beber cerveza. Y cuando escucha la música, danza y baila a su manera. Pega saltos cortos como emulando los pasos del baile campesino. Descansa como los humanos. Toma cerveza de nuevo y continúa la danza que los asistentes celebran con aplausos y más cerveza.

Y, finalmente, abre sus grandes alas en una especie de saludo reverencial a quienes hoy comparten sus quehaceres domésticos: Los campesinos de Vericute.

“Juancho” es el celador de Sótero

Desde este muro, «Juancho» vigila la tienda de Sótero que es atendida por Heidy

Cuando llega la noche, “Juancho” asume la otra función humana. Como la tienda de Sótero, que es atendida por su hija Heidy, no tiene ningún tipo de seguridad, “Juancho” se ubica en el muro donde conoció a su amo.

Mientras Heidy y su padre duermen, “Juancho” hace la función de celador y hasta los momentos lo ha hecho bien. Heidy consigue todo tal cual como lo deja la noche anterior. Ello significa que el celador cumple a cabalidad con su responsabilidad de vigilante.

“Juancho” siempre sabe dónde está Sótero

Solo ellos dos entienden cómo se produce esa relación de amistad que ya lleva tres años

Parece mentira, pero desde que Sótero se hizo cómplice de ”Juancho”, perdió completamente su privacidad. “Juancho” conoce los mínimos movimientos de su amo.

A unos cuántos kilómetros de la casa de Sótero, hay una cancha de bolo donde el campesino suele reunirse en las tardes con sus amigos. “Juancho” lo sabe. En las tardes, emprende vuelo hacia la cancha, se ubica estratégicamente y espera que su protector se divierta. Lo vigila desde las alturas y de vez en cuando, baja a disfrutar la cerveza que le ofrecen los jugadores.

Si su protector viaja hasta el barrio La Cumbre, «Juancho» lo acompaña desde el aire

Cuando Sótero viaja en motocicleta hasta el barrio La Cumbre, “Juancho” lo acompaña desde las alturas. Si la moto se detiene, esperando el verde del semáforo, “Juancho” se posa en un árbol mientras su protector se marcha. Es el custodio de Sótero desde los aires. Es el aeroplano que le sirve a Sótero de vigilante.

No es la primera vez que Sótero se halla en la cancha de bolo del barrio La Cumbre y “Juancho” llega en su búsqueda.

“Juancho” cumple a cabalidad el compromiso con la amistad que firmaron en silencio el campesino y él, aquella tarde en que Sótero le ofreció comida y lo bautizo con nombre humano, como todos lo conocen en Vericute. 

Es que entre Sótero y “Juancho” han entablado una especie de pacto de amistad. Nadie los vio firmando nada, pero ellos saben que son cómplices desde hace tres años y quién sabe durante cuanto tempo más durará el “romance”, entre un campesino de Vericute y una chula que aprendió a vivir con un humano.  

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