
Misael Salazar F.
La fila para ingresar al estadio General Santander de Cúcuta es inmensa en este lunes 20 de enero. Pero no está formada por aficionados del Cúcuta Deportivo, sino por cientos de desplazados de la región del Catatumbo, quienes buscan refugio en una de las tribunas del escenario deportivo, esperando cualquier tipo de ayuda.
Huyeron de lugares como Tibú, La Gabarra, El Tarra, Teorama o de cualquiera de las veredas de los nueve municipios que conforman la conflictiva región del Catatumbo. Lo dejaron todo, como es el caso de José Rojas, quien, con los ojos llenos de lágrimas, confiesa que no sabe si podrá regresar para intentar recuperar lo poco que tenía o para reconstruir su vida.
Entre la multitud destaca una joven de unos 20 años que cerró apresuradamente su heladería en Tibú, llevándose solo lo imprescindible. Ahora está en la larga cola de desplazados, esperando un asiento en la tribuna del estadio donde usualmente se celebran los goles del Cúcuta Deportivo.
Muchas familias, algunas con niños en brazos, tienen prioridad para acceder al estadio. Allí reciben un refrigerio y pueden descansar en la tribuna mientras las autoridades deciden su futuro. Otros esperan el cese de los enfrentamientos entre el ELN y las disidencias de las FARC, con la esperanza de intentar un regreso, aunque sea incierto y lleno de temor.
Antes de ingresar, las personas son censadas por funcionarios de la Gobernación de Santander, la Alcaldía de Cúcuta, Protección Civil, la Policía Nacional y el Ejército, entre otras instituciones. Por ahora, no hay cifras claras sobre la cantidad de desplazados en la inmensa fila frente al estadio, ni sobre los que se han instalado cerca de las instalaciones de la Alcaldía de Cúcuta. Mientras tanto, otros desplazados se encuentran refugiados en el Colegio La Esperanza de Tibú o en el Coliseo Argelino Durán Quintero, en la ciudad de Ocaña.
Lo que sí se sabe, según el testimonio de quienes han llegado, es que Tibú está prácticamente desolado. Sus habitantes lo abandonaron todo, huyendo de las balas que cruzaban las veredas y que silbaban como un presagio de la tragedia del desplazamiento.
Entre los cientos de personas que formaban parte de la fila este lunes, también estaba una pareja joven de venezolanos. Después de haber vivido en Tibú, ahora se ven obligados por la tragedia a regresar al estado Trujillo, de donde son originarios.