Los artistas no tragan entero.
Saben que la esencia del arte es la protesta, el descontento, el inconformismo. Entienden que el arte, o es protestatario o no es arte.
Ese es el caso del artista plástico florideño William Guarnizo. Para él, el tapabocas es sinónimo de un bosal que limita nuestros gestos, nuestras expresiones, nuestra libertad de expresarnos o nuestra libertad a expresarnos.
La Covid-19 y todo lo que la pandemia significa, tiene para Guarnizo toda la connotación de la pérdida absoluta de libertad. “Nos encerraron-dice. Para poder salir, nos ponen tapabocas. Si salimos de la casa desprovistos del bosal o si nos atrevemos a salir sin el número de cédula que corresponda, somos tratados como vulgares delincuentes, como los que usurpamos el orden mundial, como los que violamos la norma universal”.
William Guarnizo siente que ahora ni siquiera podemos respirar tranquilos. “Si nos quitamos el tapabocas para respirar como lo exige la naturaleza, podemos sentir la presencia policial sobre nuestra espalda. O de frente. O al lado, mirándonos como el carcelero al delincuente, como el pastor al rebaño, como el patrón al esclavo”.
El artista florideño, siente, incluso, que nos han quitado la libertad para el trabajo. “Ya ni trabajo tenemos, dice. Y si queremos y podemos trabajar, ni contrato nos firman. El trabajo es limitado porque las oportunidades también lo son”. “En una palabra—dice Guarnizo–, nos quieren desaparecer como seres libres y pensantes”.