
Misael Salazar F.
El jueves 19 de marzo del 2020, el gobernador de Santander, Mauricio Aguilar Hurtado, decretó el primer toque de queda en el departamento como una medida para evitar el contagio por Covid-19, el mortal virus que ya amenazaba a todo el planeta.

Once meses después, el jueves 18 de febrero de 2021, el mandatario de los santandereanos asistirá al Hospital Universitario de Santander (HUS), a presenciar el acto donde será vacunado contra el Covid el primer santandereano.
Entre los dos acontecimientos han transcurrido once meses trágicos para la salud, la economía y la psiquis de los habitantes de uno de los departamentos más golpeados por la pandemia.
En casi un año, Santander vio contagiarse 88.800 personas, logrando la mayoría de ellas, recuperarse de la enfermedad mortal. Pero en ese mismo período, el departamento tuvo que enfrentar la muerte de 3.178 personas, muchas de ellas mayores de edad, muchas de ellas pobres, muchas de ellas de escaso nivel educativo. En Santander, como en el resto del mundo, el Covid resultó ser un virus altamente selectivo.
Fueron, también, 11 meses fatales para la economía del departamento. El desempleo aumentó, porque muchas empresas quebraron. Otras cerraron temporalmente. Las más han logrado subsistir a un encierro colectivo ordenado por las autoridades con el fin de detener la propagación del coronavirus.
Con los aeropuertos cerrados, el transporte interdepartamental paralizado, la educación sometida a la virtualidad y apenas sobreviviendo los dedicados al teletrabajo, el gobierno departamental apenas tuvo tiempo y recursos para luchar contra la pandemia que le quitó al planeta más de 2 millones de personas, en un balance que aún no es definitivo.
Si le preguntamos a los especialistas del Hospital Psiquiátrico San Camilo por los efectos del virus en la salud mental de los santandereanos, nos dirán que se dispararon las cifras de personas afectadas por la depresión y que el aislamiento y el encierro colectivo, aumentaron la violencia intrafamiliar y el desequilibrio emocional.
En definitiva, el balance es desalentador.
La vacuna nos devuelve la esperanza
Cuando este jueves, el gobernador asista a la colocación de la primera dosis de la vacuna a cuatro médicos que lo entregaron todo en la lucha contra la pandemia, seguramente hará un alto para reflexionar sobre el altísimo significado de estas inmunizaciones.
La vacuna llega al departamento, en un momento en que los contagios y las muertes por Covid empiezan a bajar de manera significativa.
Y mirando a los recién vacunados, desearemos que atrás hayan quedado los días en que esperábamos el reporte epidemiológico del Ministerio de Salud con casi 20.000 contagios diarios y 700 o 800 en Santander y 500 o 600 decesos a nivel nacional, cada día, como si se tratara de un castigo del cual no nos sentíamos culpables.
El mismo día que la vacuna llegó a Santander, se registraron 285 casos de contagio y 8 fallecidos. Todos los infectados y los muertos resultan lamentables sin pararnos a mirar la cantidad, pero el panorama es muy distinto a los días más grises de la pandemia que nos correspondió vivir.
Seguramente, el gobernador Aguilar Hurtado, mirará con optimismo mientras son inmunizados los médicos, porque la vacuna es una victoria de la ciencia en tiempo récord y ello nos permite otear el futuro con mayor entusiasmo.
Para los santandereanos, el inicio de la vacunación contra el Covid-19, se nos antoja como el final de “El ensayo sobre la ceguera”, escrito magistralmente por José Saramago. Hoy, después de 11 largos y lúgubres meses, mirando los recién vacunados, quizás levantemos la vista al cielo y digamos como la esposa del médico cuando Saramago decide ponerle fin a epidemia de ceguera y todos los ciegos empiezan a recuperar la visión: “El mundo sigue ahí” y debemos prepararnos para comenzar a vivir de nuevo.