«Te tengo un exquisito manjar literario»

Alvaro

El doctor Álvaro Niño fue uno de los primeros en adquirir el libro, “Floridablanca, El Valle de la Mano del Negro, Dulces Crónicas”. De su puño y letra escribió este texto sobre el libro que ya es comentario obligado entre los florideños. Con gratísimo placer lo publicamos:

De la mano de Obleína y Dulceíno, dos Florideños de solar y de tertulia de parque, encontrarás que «una gota de verdad es más importante que un océano de mentiras» y que «no se puede amar lo que no se conoce» y esa quizás haya sido la razón de la falta de sentido de pertenencia y por ende del destino compartido de los habitantes de Floridablanca, que en más del 70% no somos Florideños de arraigo, aunque muchos si lo somos de corazón.

¿Pero en realidad, quiénes son los Florideños raízales?

Son los caracolíes, los guayacanes, las garzas y las ranas de los muchos ríos que nacen en el cerro tutelar La Judía, que dio origen, ya en la era republicana, a la parroquia que en la presidencia del general Santander, fue al fin, municipio independiente de Girón.

Entonces, ni en la era anterior a la colonia hubo asentamientos indígenas aquí, pues era casi una «zona de nadie», debido al peligro que representaban los pueblos Yariguíes por el occidente y chitareros, más Motilones al oriente, que sólo dejaron tranquilos a los más altos y civilizados tejedores Guane en las arideces del Chicamocha y sus alrededores. Por eso en este cerro y valle, no hay cementerios indígenas.

Los Florideños no son Guane, tampoco provienen de un pueblo de la colonia, pues no existió como tal.

Los Florideños no se originaron aquí, llegaron al principio de Girón, que hacía parte de Pamplona y los indios fueron traídos por hacendados convertidos en encomenderos, a la región de La Palmita y la Hacienda Bucarica, más tarde El Valle de la Mano del Negro, para cultivar y criar ganado con destino a la rica economía de Girón, que además del oro de su río, se nutría de los tributos del rico Valle de Río Frío.

Ya convertido en parroquia independiente y luego en municipio, llegaron gentes de Bucaramanga, que llegaría a ser la capital, luego de un corto lapso en que Florida lo fue y más tarde, con la violencia partidista, se nutrió con las migraciones de desplazados de García Rovira.

Pero fue con la construcción del viaducto García Cadena y de la autopista, cuando el municipio se desarrolló, convirtiéndose en el crisol que es hoy, el cual, por ser de tantos, no termina siendo de alguien y por carecer de identidad propia, es vulnerado como constructo armónico, siendo presa de depredadores oportunistas.

Nadie ama lo que no conoce, ni cuida lo que no considera propio.

Por eso la historia de Floridablanca, mi municipio, está por construir y como se ve, nos deberemos más al futuro, que al pasado.

Pues bien, estas reflexiones son fruto del apasionamiento con el que me he degustado, dulce y amargamente, como es Floridablanca, el pandémico trabajo literario y de investigación titulado «FLORIDABLANCA, El Valle de la Mano del Negro», de mis amigos periodistas Gerardo Castro Pérez y Misael Salazar Flórez, quienes me han deleitado con este empastado manjar de letras y emociones, que me permite conocer mejor a mi municipio, para quererlo más, si es que me es posible quererlo más, porque por su cerro tutelar, le adoro.

Álvaro Niño.

MONTEFIORE MUCAF.

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