Los buñuelos y la natilla no pueden faltar en Navidad. Foto: Archivo
Yiseth Xiomara Santos Delgado
Ysantos657@unab.edu.co
En épocas decembrinas, Colombia huele a comida hogareña. Con solo caminar entre los barrios, el aroma a buñuelos recién hechos sale de las cocinas y te llena de tradición. Es un olor cálido y especial, que avisa que la Navidad ha llegado. En las casas, el primer buñuelo no se come en la mesa: alguien siempre lo roba del papel, todavía ardiendo.
La natilla, firme y dulce, es otra cosa. Las abuelas dicen que una excelente natilla se conoce por su textura: “Si se deja enfriar en un plato y se despega fácil, ya quedó”. Ellas la revuelven con un amor que se nota en cada cucharada, cuando el tiempo se hace más largo entre risas y villancicos. Después, está la pelea por quién raspa la olla, un acto muy histórico.
La comida navideña en Colombia es también el recuerdo de los que no están, las lágrimas del que regresa, la tradición que nunca muere
En las novenas, la mesa se vuelve un pequeño restaurante: tamales calientes, lechona y arequipe que aparecen como un regalo a los corazones de cada uno. Todo tiene ese sabor de familia, de unión en las salas mientras escuchan la música y ven la pólvora.
La comida navideña en Colombia no es solo un rico sabor, también es el recuerdo de los que ya no están, las lágrimas del que regresa y la tradición que nunca se cansa de repetir. Todos muerden un buñuelo y, por un instante, sienten que la Navidad son las cosas simples: harina, azúcar y el deseo de estar juntos en cada oportunidad.
