
Por: Iván Aguilar
Instagram y X: @ivanfaguilar
Hablar de Bucaramanga y su área metropolitana es hablar de una sola realidad urbana, social y económica. Aquí vivimos un poco más del 55% de los santandereanos, más de un millón trescientos mil habitantes que compartimos dinámicas cotidianas, problemas y sueños. No es casualidad que sea el área metropolitana la que jalona los principales indicadores de empleo, lucha contra la pobreza, educación, competitividad y desarrollo regional del departamento de Santander.
Aunque jurídicamente sigamos divididos en cuatro municipios –Bucaramanga, Floridablanca, Girón y Piedecuesta–, la vida diaria demuestra que somos una sola ciudad. Un niño que vive en Floridablanca puede estudiar en Bucaramanga, o un trabajador residir en Piedecuesta y laborar en Girón. Esa integración de hecho exige una respuesta institucional de fondo: la creación del Distrito Metropolitano de Bucaramanga.
Hoy tenemos cuatro aparatos administrativos paralelos: cuatro alcaldías, cuatro concejos, cuatro personerías. Un modelo costoso, redundante y poco eficiente para resolver problemas que son comunes. Seguridad, movilidad, transporte público, servicios públicos, educación, cuidado del medio ambiente, el uso del suelo y, por supuesto, la gestión de residuos sólidos no entienden de fronteras municipales. Llevamos 20 años discutiendo una solución para la disposición final de las basuras y estamos a nada del cierre definitivo del Carrasco. Lo mismo sucede con el transporte masivo, Metrolinea está quebrado y sin solución a la vista. Estos son ejemplos claros de lo que significa administrar lo común de manera fragmentada.
Un Distrito Metropolitano permitiría unificar políticas públicas, planear con visión de región y administrar con mayor eficiencia los recursos. La economía de escala es evidente, una sola estructura administrativa robusta reduce costos operativos y libera recursos para inversión social e infraestructura. La transparencia también se fortalece, en un esquema único, los procesos de planeación y contratación son más visibles, con menos espacios para la politiquería y la corrupción.
Es claro que el Distrito no desconoce la identidad ni las tradiciones de los municipios que la integrarían. Lo que cambia es el modelo de gobierno, en lugar de competir entre sí por presupuestos o proyectos, trabajarán bajo una misma dirección estratégica, orientada a resolver de manera integral los retos de una gran ciudad que ya somos.
Para avanzar en este propósito debemos convocar a la academia, a los gremios económicos, a las organizaciones sociales y comunitarias del Área Metropolitana de Bucaramanga. Es hora de fijar un punto de partida para un debate serio sobre el Distrito, donde prevalezcan los argumentos técnicos sobre los intereses personales, especialmente de los sectores políticos que verá en este modelo una amenaza a sus feudos burocráticos.
Creo firmemente que la creación del Distrito Metropolitano de Bucaramanga es una decisión impostergable para garantizar un futuro más ordenado, seguro y sostenible. Invito a que los candidatos al Congreso en 2026 salgan del closet y se pronuncien con claridad sobre esta propuesta. Yo no dudo de su conveniencia y la apoyaré con firmeza.