Eneas Claudio Navas/Columnista
Cuando el desacuerdo, la inconformidad y la búsqueda de justicia y equidad no encuentran camino; cuando las partes no se escuchan o discutidas las necesidades no se entienden razones desde las perspectivas del afectado; cuando el debido proceso administrativo o judicial se agota, cuando los mediadores o gestores de derechos humanos no logran la solución y la instancia internacional no procede (por compleja, lejana o tardía), siempre hay algo por hacer en ejercicio de los derechos fundamentales.
En Colombia, las protestas sociales se han gestado por diversas razones, incluyendo reformas impopulares, desigualdad económica, injusticia social, falencias estructurales que se manifiestan con detonantes coyunturales y distraen la atención que debería prestarse al pecado original que, en transversalidad, sigue siendo la corrupción enquistada en el milenario sistema del poder.
Por ejemplo, las protestas contra la reforma tributaria en el 2021 a la que se sumaron miles de razones con enfoque nacional, regional, local y personal y… entonces se protestó por todo, incluida la protesta contra la protesta hasta el simulacro de estallido social o, desde entonces y con énfasis en el 2024, los múltiples bloqueos a las vías en Santander por el cobro de los peajes o la resistencia a su reinstalación, que realmente son contra la corrupción debido a la falta de retorno del dinero para mantenimiento de las carreteras o la pésima calidad de las reparaciones.
Cuando se caracteriza el conflicto, se encuentra que los campesinos se enfrentan al Gobierno por el cobro del peaje y, obviamente, ni son los campesinos, ni es el peaje. Es el abandono y la decidía, el conflicto es entre el gobierno y todos los usuarios actuales o potenciales de la vía que ponen en riesgo su integridad y vida al recorrerlas asumiendo el acecho de la parca en cada hueco o curva. Solo el usuario frecuente protesta y logra, con la protesta social, lo que hemos de disfrutar todos: Un poco más de seguridad vial con todas las bondades políticas, sociales y económicas implícitas, por las que nunca luchamos.
La protesta social pacífica es un derecho fundamental y un medio legítimo de expresión. Su ejercicio y acompañamiento representan desafíos significativos como el lograr un entendimiento para abordar el conocimiento y solución de las causas subyacentes en el marco de la protesta (con la presión vigente que imponen las amenazas sobre violaciones o afectaciones de derechos fundamentales de otros ciudadanos que no participan en la jornada), pero incluyendo también el riesgo de la represión y la violencia que podrían prevenirse con diálogos previos y comunicación efectiva, clara, transparente, asertiva constante, permanente e ininterrumpida, sin protesta, pero con compromisos y cumpliendo.
A la protesta social, colectiva o individual, se llega por la falta de diálogo y por el exceso de este, que genera promesas para el incumplimiento y la indefectible convicción del pueblo de que no los escucharon o que valió poco haber acordado, destruyendo la confianza recién remendada. No obstante, la protesta social se puede prevenir con un mapeo de la conflictividad en territorio para generar espacios de diálogo y entendimiento, hacer acuerdos, adquirir compromisos y programar el seguimiento al cumplimiento, cuando llega… llega.
En esta instancia es cuando la protesta social, sus actores, deben considerar, antes que su propio interés, el de las personas que no participan y que tienen una vida por seguir sin afectaciones. El diálogo en el conflicto es fundamental, pero resulta inadmisible que la amenaza o vulneración de los derechos humanos de los actores de los conflictos que subyacen sean el mecanismo de presión para ganar las demandas.
El conflicto más frecuente que genera una protesta social, con la multiplicidad de mesas para lo mismo, es la multiplicidad de acuerdos y compromisos con voluntad política coyuntural, sin compromiso político y presupuestal, que preparan un gran incumplimiento de la palabra escrita y matan la legitimidad y la confianza entre los actores y la credibilidad de los terceros mediadores.
Es crucial que las protestas sociales no generen otros conflictos que involucren los derechos de terceros. La implementación de corredores humanitarios es esencial para garantizar que los bienes y servicios críticos, como alimentos, medicamentos y gas propano, lleguen a las áreas afectadas y que las personas vulnerables puedan ser evacuadas de manera segura. No se puede omitir la creación de estos corredores, ya que su ausencia puede agravar la situación de quienes no participan en la protesta, pero se ven afectados por ella.
El respeto a los derechos humanos debe ser una prioridad en cualquier manifestación. Las protestas deben ser un medio para expresar descontento y buscar justicia, pero no a costa de los derechos fundamentales de otros ciudadanos. La coordinación efectiva y la comunicación clara entre los manifestantes, las autoridades y las organizaciones humanitarias pueden ayudar a mitigar los efectos negativos de las protestas y asegurar que se respeten los derechos de todos.
La protesta social (derecho fundamental y medio legítimo de expresión), debe ejercerse de manera pacífica sin amenazar o vulnerar los derechos de terceros. La implementación de corredores humanitarios y el diálogo constante y efectivo son esenciales para lograr un equilibrio entre la expresión de descontento y la protección de los derechos humanos.
Recordemos que el paro transportador (camionero) de 2024, generó la interrupción del transporte y movilidad, propició el desabastecimiento de medicamentos, suministros médicos, alimentos y productos básicos, logró suspensión de servicios educativos y de los programas sociales como el PAE, afectó la seguridad en las vías bloqueadas y en las rutas alternas secundarias y terciarias, afectó a viajeros, trabajadores, empleados, estudiantes, pacientes, hospitales, proveedores en salud, comerciantes, agricultores, maestros e instituciones educativas, padres y transportadores y usuarios de otros sistemas de transporte y que esta situación de fuerza, con el diálogo, se puede prevenir.