Martín Parra
Floridablanca vivió una velada cargada de simbolismo, emoción y memoria colectiva durante el acto de exaltación de 63 ciudadanos ejemplares, una ceremonia que trascendió el protocolo para convertirse en una auténtica celebración de la historia viva del municipio. El evento, organizado por el Comité Cívico de Floridablanca, reafirmó el compromiso ciudadano con la preservación de la identidad local y el reconocimiento de quienes, desde distintos ámbitos, han construido el presente y el legado de esta tierra.
La mesa principal estuvo presidida por Carlos Ardila, científico ictiólogo y presidente del Comité Cívico; Heriberto Sandoval, vicepresidente; y Fabio Calderón Molina, secretario. Como invitados especiales asistieron reconocidos representantes del sector educativo, entre ellos Hugo Hernán Serrano Mantilla, rector del Colegio José Elías Puyana; Rodolfo Elkin Blanco Garnica, rector del Instituto Gabriela Mistral; y Florentino Monares Vera, excoordinador y docente durante muchos años del Colegio José Elías Puyana, figuras clave en la formación de generaciones de florideños.
Durante su intervención, Carlos Ardila evocó el histórico homenaje realizado en el año 2000, cuando por primera vez se exaltó colectivamente a lo mejor del siglo XX, subrayando que la memoria no muere cuando un pueblo decide recordarla. “Nunca muere aquello que se honra”, fue el espíritu que atravesó su discurso, al resaltar que los reconocimientos no son simples distinciones, sino actos de gratitud que devuelven a la comunidad el orgullo por su propia historia.
Por su parte, Heriberto Sandoval destacó el carácter incluyente del acto, recordando que en Floridablanca no existen distinciones económicas, políticas o religiosas cuando se trata de reconocer el mérito. La exaltación de este año puso especial énfasis en la docencia, sin dejar de lado a campesinos, transportadores, carpinteros, panaderos, taxistas, microempresarios, deportistas, exconcejales y miembros de la Fuerza Pública, todos protagonistas silenciosos del desarrollo municipal.
El componente artístico aportó brillo y emotividad a la noche. Los hermanos Tolosa deleitaron al público con un repertorio diverso de música nacional y latinoamericana, mientras que el cierre estuvo a cargo del cantautor carranguero Milton Esparza Amaya, campesino de la vereda San Ignacio, una de las más altas y apartadas del municipio. Su música, nacida entre la tierra y la tradición rural, se convirtió en un homenaje sonoro a la Floridablanca profunda.
Fue una noche esplendorosa, sobria y emotiva, en la que las verdaderas estrellas no estuvieron en el cielo, sino en cada uno de los exaltados. Un acto que, más allá de la farándula cívica, evidenció el trabajo continuo y silencioso de recuperación de la memoria histórica de Floridablanca, demostrando que un municipio que reconoce a su gente es un territorio que se reconcilia con su pasado y proyecta con dignidad su futuro.
